martes, 7 de febrero de 2017

REPENSANDO EL ROL DE LAS MUJERES EN LA DIVISIÓN SOCIAL DEL TRABAJO DESDE LA ESCUELA.

Repensando el rol de las Mujeres en la división social del trabajo desde la escuela.
Mariela Salvi
salvimariela@gmail.com

Resumen
 Este ensayo sobre Educación y Género se propone reflexionar sobre estereotipos y asignación de roles a Mujeres en el ámbito laboral y social, teniendo en cuenta, como disparador, información recopilada a través de entrevistas realizadas por estudiantes de Nivel Terciario en Organizaciones Locales, en especial Cooperativas, durante los años 2013, 2014, 2015 y 2016 con el fin de destacar las potencialidades de la escuela como institución para desnaturalizar y deconstruir discursos dominantes en relación al rol asignado a la mujer en la división social del trabajo. 
 Desde el año 2013 a la actualidad dicto la cátedra de Sociología de la Organización en ISFD y T N 124 que tiene como objetivo profundizar sobre los aspectos sociológicos de las organizaciones.En este marco los estudiantes realizan entrevistas a personal de organizaciones locales con el fin de realizar un análisis situacional articulando teoría y práctica. Surge del análisis de los niveles de cultura (Schein) la evidencia de un mínimo acceso de las Mujeres a cargos de conducción en diferentes organizaciones, especialmente en Cooperativas locales.  
 Para poder aproximarnos a la comprensión de esta desigual participación de la mujer en la división social del trabajo es necesario abordar el rol de la mujer en las representaciones sociales y culturales a nivel familiar, educativo y comunicacional.
 Las construcciones dicotómicas y jerarquizadas de par femenino/masculino pueden ayudar a reflexionar sobre construcciones sociales en relación a la división sexual del trabajo. Una de las categorías presentes es la dicotomía moderna que sostiene que existen esferas separadas de acción de los sujetos: una pública, que es donde se trabaja y se desarrolla la acción política y otra privada, en la que el Estado debe restringir su injerencia ya que pertenece al espacio familiar, de ocio y tranquilidad del ciudadano. Es decir, cuando nos referimos al espacio público referimos a aquello que se realiza “a la vista de todos”, donde la sociabilidad y los intercambios se realizan por fuera de las relaciones familiares y de parentesco. Como contratara, el espacio privado se correspondería con todo aquello ligado a la familia y lo doméstico, desde la limpieza y la manutención hasta las tareas de cuidado y sostén afectivo.
 Para Corina Enriquez hablar de economía del cuidado implica pensar en dos cuestiones. La primera es sobre el aporte esencial que el trabajo de cuidado hace al funcionamiento del sistema económico y plantea que el capitalismo no podría funcionar ni reproducirse sin él. Este concepto sirve para visibilizar el rol sistémico del trabajo de cuidado en el funcionamiento del sistema del sistema económico y social. Y por otro lado, es un 2 concepto útil para comprender lo determinante que resulta la desigual distribución de las responsabilidades de cuidado para la posición económica de las mujeres, que es central como obstáculo para su autonomía económica y, por lo tanto es un determinante clave de la desigualdad económica de género.
 La dicotomía que separa las esferas público- privada como espacios que no se tocan es una ficción y está generizada: de una parte, se encuentra el modelo de la femineidad impregnado de valores asociados a lo maternal; por otra parte, hallamos el modelo de la masculinidad, ligado a la productividad, al trabajo.
 En este sentido, al realizar las entrevistas requeridas por la cátedra , los y las estudiantes de ISFD y T N 124 fueron “atendidos” por mujeres para responder las preguntas, mujeres que ocupan cargos no jerárquicos en la organización y que tienen amplio conocimiento sobre las mismas.
 Esta asignación de determinadas funciones y/o cargos a varones y mujeres en las organizaciones también se puede analizar desde el concepto de división sexual del trabajo, que alude a que varones y mujeres tienen trabajos diferenciales. Sandra Amaya Umaña afirma las relaciones de poder y de dominio que caracterizan las relaciones entre mujeres y hombres mantienen intacta su estructura y ello es visible en la división sexual del trabajo. Si bien han operado cambios en la distribución del trabajo doméstico, existen fuertes evidencias que señalan que los hombres han incorporado con mayor anuencia el cuidado de los niños y las niñas- eso si en períodos claramente delimitados- que la realización de las distintas tareas (lavar, cocinar, planchar, organizar el menú, etc). Ello es revelador de que los hombres (y las mujeres también) siguen considerando trabajo doméstico inherente a la condición femenina. Es decir, la participación de las mejores en la esfera productiva no ha tenido correlativo con la participación de los hombres en la esfera reproductiva, generando la doble (y en ocasiones hasta triple) jornada laboral femenina, la cual, obviamente también matizada según la clase social y nivel ocupacional de las mujeres.
 La autora Lucia Forneri afirma que “Uno de los estereotipos que el Patriarcado y el Capitalismo sostienen más fuertemente, que impactan en nuestras subjetividades y nos van construyendo como mujeres, estaría resumido en la siguiente formula:
 Ser mujer = ser para otr@s = cuidar de l@s otr@s.”.
 Es decir que se tiende a imponer socialmente “pensamientos aceptables” en relación a que hay determinadas trabajos que deben realizar las mujeres. Lo que muchas veces implica no disponer de tiempo para poder ocuparse de otros roles en la sociedad 
 Para explicar este mecanismo social, puede ser de utilidad remitirse a la propuesta de Pierre Bourdieu, quien acuña el concepto de violencia simbólica refiriéndose a formas de violencia que pueden concebirse como aquellas que no se ejercen directamente por medio de la fuerza física, sino a través de la imposición de una visión del mundo, de roles sociales, categorías cognitivas y estructuras mentales. Básicamente, a través del lenguaje, de la tradición, la religión y la socialización en la familia, la escuela y la comunidad y por supuesto en nuestras sociedades en la que los medios de comunicación son masivos y juegan un rol relevante, a través de los relatos que éstos fabrican.
 Es decir que este proceso se inicia en la temprana infancia, dentro del espacio familiar, y con posterioridad, se va profundizando a través de los distintos agentes socializadores, entre los cuales podemos mencionar la escuela, la iglesia y los medios de comunicación.
 En relación a la imposición de roles sociales se evalúa de las entrevistas realizadas por los y las estudiantes que los cargos jerárquicos están ocupados por hombres no sólo en Cooperativas, que suponen una de las formas más democráticas de organizaciones, 3 sino también en reparticiones municipales como, por ejemplo, el Hospital Municipal, y en empresas privadas. Sin embargo las mujeres ocupan cargos directivos en Hogar de Ancianos y principalmente en instituciones educativas.   En relación a que la mayoría de las mujeres son docentes, Sandra Amaya Umaña establece que la enseñanza se ha asociado como un trabajo femenino, evidenciando el impacto de la ideología patriarcal que la convierte en una profesión “ideal” para las mujeres y eficaz para preservar la misión sexual del trabajo en la esfera doméstica .
 Para consolidar su argumento Sandra Amaya Umaña cita a Apple quien afirma que “algunos de los argumentos que se utilizaron para abrir la enseñanza a las mujeres recayeron en la reproducción de los elementos que habían formado parte de las causas más arraigadas del control patriarcal: la relación entre la enseñanza y la domesticidad se estrechó aún más…las mujeres no sólo eran las maestras ideales para los niños más pequeños (gracias a su paciencia y sus cualidades para la crianza) sino que la enseñanza era la preparación ideal para la maternidad. 
 En diferentes latitudes existe una correlación negativa entre el número de mujeres que ocupan puestos de jerarquía en el ámbito docente y administrativo y el número de mujeres que trabajan en educación. En los niveles de preescolar y primaria, la gran mayoría de docentes son mujeres, no obstante, la proporción de las mismas disminuye a medida que aumenta la edad de las alumnas y los alumnos y el prestigio social en cada ciclo escolar.
 Un artículo reciente de Francois Graña citando a Bonder para hablar del concepto de la escuela como reproductora de roles sociales revela que los estudios de género de los últimos 30 años describen patrones sexistas en la socialización escolar que estarían en la base de las opciones de orientación realizadas por los y las estudiantes en los niveles educativos superiores. Esto, porque tal socialización prepararía a niñas y niños en la aceptación futura de roles de menor valía para ellas y de preeminencia social de ellos . En los 70, numerosas investigaciones señalaban desigualdades de género en el acceso y en los logros educativos así como correlaciones estudio-trabajo diferenciales para ambos sexos. En los 80 se localizaba el sexismo en la interacción docentes- estudiantes y en los textos y materiales didácticos. En los 90 cobraba relevancia el estudio de “los contenidos curriculares, los métodos pedagógicos" y “el clima institucional” así como las interacciones género, clase, etnia y orientación sexual en los ámbitos educativos.
 Sandra Amaya en su artículo “Hacia una Educación no Sexista” afirma que es imposible separar la educación del contexto social e histórico en que se inserta. La educación es un fenómeno social y , como tal, tiene una dimensión social y política que complejiza los hechos y las relaciones educativas. Por lo tanto, el conjunto de relaciones educativas que se entretejen en torno a un hecho educativo, es un microcosmos representativo del cosmos social.
 Si pensamos en este momento histórico social es inevitable hablar de los medios masivos de comunicación como uno de los principales actores de la sociedad y me pregunto ¿Cómo inciden los mismos en la construcción social y cultural de los roles asignados a las mujeres?
 Para Cynthia Ottaviano los medios de comunicación no reflejan la realidad, sino que la construyen. Construyen subjetividad de acuerdo con lógicas de clase y lógicas de género. Los medios de comunicación de muchos países de Latinoamérica han estado históricamente asociados a los intereses de unas pocas familias, que lograron consolidar una matriz hegemónica de la propiedad de los medios, una élite comunicacional que excluyó a los pueblos y su derecho a la comunicación, pero que también ha venido de una matriz hegemónica de la propiedad simbólica de los medios. Y lo cierto es que esa matriz 4 económica puede ser, más simple de modificar a la simbólica, que a la cultural, aún con todas las complejidades que implica.
 Ottaviano agrega que es difícil modificar matrices culturales al punto de que todos los días pueda corroborarse en la radio y la televisión que las mujeres no somos objetos de posesión y dominio; y las niñas, niños y adolescentes no son objeto de consumo. Que la radio y la televisión no son meras empresas, sino servicios, ventanas plurales y diversas para exteriorizar el derecho a la comunicación, sin discriminación ni violencia.
 También menciona como problemas que aparecen comunes a países latinoamericanos que “las mujeres ocupan pocos lugares entre los accionistas de los medios de comunicación (15, 4 % señala Chaher en Argentina) y en los puestos directivos (21, 4% de acuerdo con el informe Global sobre la situación de las Mujeres en los Medios de Comunicación). Es decir que no tienen la suficiente posibilidad de tomar decisiones sobre líneas editoriales, jerarquización y noticiabilidad.” y que “ las demandas, pensamientos y manifestaciones del movimiento organizado de mujeres son simplemente ignoradas. Poquísimas veces las mujeres aparecemos en los medios como especialistas, pero anunciamos, vendemos, somos insinuadas como regalos (como especifica Moreno, de Brazil).
 Sandra Chaher, por su parte, sostiene que en Argentina la discriminación de género en los medios es, a grandes rasgos, similar a la de otros países de la región y del resto del mundo. Mujeres, varones y personas con identidades de genero diversas aparecen estereotipadas, cumpliendo cada cuál el rol asignado o esperado, desde las sociedades patriarcales: las mujeres mayormente reducidas a modelos que deben responsabilizarse primordialmente de la reproducción y la crianza y que, cuando “se desvían” de ese camino en aras de algún tipo de desarrollo o búsqueda personal, social o policial, suelen ser condenadas; junto a éste, y muchas veces conviviendo en la misma persona, la exigencia de cuerpos esculturales y una belleza de porcelana inalterable al paso del tiempo.
 La autora manifiesta que aún con la aprobación de leyes de medios ( Ley 26522 ) actualmente modificada por DNU 267/15 y de leyes de violencia (Ley 26485) en nuestro país que contemplan figuras mediatiza o similares, no hay en nuestra región conciencia sobre la necesidad de contar con políticas públicas de comunicación y genero integradas y valorar el rol central de los medios y la comunicación en general, tienen en la construcción de sociedades igualitarias. Así como son reproductores de desigualdades de todo tipo, entre ellas género, los medios pueden ser actores centrales en la construcción de una agenda por la igualdad.
 De todo lo expuesto en este ensayo se afirma que nuestra sociedad sostiene roles estereotipados respecto de la división sexual del trabajo. Que dicha asignación de roles a hombres y mujeres refleja desigualdad de posibilidades para las mujeres y que esta situación produce un mínimo acceso de las mismas a cargos jerárquicos.
 Se destaca que en estos últimos años en Argentina se han aprobado leyes que promueven un marco de protección estatal respecto de la vulneración de derechos de las mujeres -Ley 26485 de Protección Integral para prevenir sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres en los ámbitos en que se desarrollan sus relaciones interpersonales- y leyes que garantizan el derecho de los educandos a recibir educación sexual integral en los establecimientos educativos públicos y privados- Ley de ESI N 26.150-.
 El ámbito educativo es sin duda un espacio en el que se pueden hacer valiosos aportes para la deconstrucción de los discursos dominantes en relación al rol asignado a la mujer en la familia, en la escuela y en la división social del trabajo. Es en este ámbito en el que se pueden repensar los instituídos sociales que garantizan una reproducción que favorece la desigualdad e inequidad entre hombres y mujeres.
 Pero para poder realizar esta tarea es necesario que la escuela sea crítica de sus propias prácticas cotidianas, que como establece Border , reconozca al sexismo en educación como una forma de discriminación contra las mujeres cuya existencia responde a una construcción social y cultural, y de igual manera, reconocer que la institución escolar contiene elementos sexistas. Empero , esto debe traducirse en términos maquiavélicos que produzcan una interpretación de la escuela como una institución al servicio de la reproducción mecánica del sexismo. Por el contrario, un elemento clave es la comprensión de la institución escolar como agencia socializadora compleja y dinámica en la que conviven en tensión diversas representaciones de género.
 La escuela como espacio central de la reproducción y la producción de cultura es el lugar apropiado para constituirse en un lugar para interpelar a los otros agentes de socialización cultural.
 La escuela es el lugar apropiado para problematizar situaciones concretas de vulneración de derechos, incentivar ejercicio activo y efectivo de la ciudadanía y para hacer una lectura de los modos en que las diversas politicas de reconocimiento, ampliación y restitución de derechos atraviesan las prácticas cotidianas.
 La escuela es el lugar apropiado para reconocer a los estudiantes como sujetos sociales y políticos, es decir, como personas autónomas, críticas que pueden tomar decisiones posicionándose desde una perspectiva determinada y un posicionamiento político determinado.
 La escuela es el lugar apropiado para garantizar a los estudiantes el derecho a la información impartiendo conocimientos ,establecidos en un marco legal en nuestro país, como Educación Sexual Integral y Protección Integral para prevenir sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres en los ámbitos en que se desarrollan sus relaciones interpersonales.
 Sin embargo, para poder realizar esta tarea de manera óptima es necesario que los docentes asumamos una postura ética que propicie prácticas pedagógicas en las que se creen condiciones para construir una cultura de los derechos humanos para todas las personas; una postura ética que posibilite que la escuela sea “el lugar” desde el cuál se incida para producir el más difícil de los cambios: el cultural.

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