viernes, 13 de enero de 2017

MOTIVACIÓN DE LA CONDUCTA (extraído de la obra “Psicología de la Conducta”, de José Bleger)

MOTIVACIÓN DE LA CONDUCTA 
Material extraído de la obra “Psicología de la Conducta”, de José Bleger, Paidós
SERIES COMPLEMENTARIAS:
C
onstituye la teoría de la causalidad introducida por Freud y que, en buena medida, coincide con ciertos aspectos fundamentales de la causalidad recíproca.  Con ellas estudió Freud principalmente los fenómenos comprendidos en la psicopatología, pero se aplican también a toda la psicología.
     En las series complementarias hay tres series de causas que no actúan independientemente; en realidad, lo que actúa es la resultante de su interacción.
Una primera serie complementaria está dada por los factores hereditarios y congénitos.  En factores hereditarios se incluyen todos aquellos transmitidos por herencia, es decir, por los genes; en los factores congénitos se incluyen todos aquellos que provienen del curso de la vida intrauterina.

FACTORES CONGENITOS                                                            2. EXPERIENCIAS
Y HEREDITARIOS                                                                            INFANTILES
 





                                                         3. DISPOSICIÓN
 






4. FACTORES ACTUALES                                                                       5. EFECTOS
  O DESENCADENANTES                                                                  
     Una segunda serie complementaria está constituida por las experiencias infantiles, que adquieren una importancia fundamental porque ocurren en una época de formación de la personalidad y, por lo tanto, son más decisivas.
     Una tercera serie complementaria está constituida por los factores desencadenantes o actuales.  Estos últimos actúan sobre el resultado de la interacción entre la primera y segunda serie complementaria, es decir, sobre la disposición.
     La primera serie complementaria da, corno resultado, lo que se denomina el componente constitucional.  Tanto ésta como la segunda serie complementaria se pueden incluir dentro de lo que Lewin ha llamado la causalidad histórica, mientras que la disposición y los factores desencadenantes constituyen la causalidad sistemática, porque hay que tener en cuenta que la disposición es también un factor actual, integrante del  campo presente, al igual que los factores desencadenantes.
     Los efectos pueden reactuar, solamente, sobre estas dos últimas series complementarias, es decir, modificando la disposición y/o los factores desencadenantes; no pueden modificar el pasado (la herencia y las experiencias infantiles), pero sí la gravitación de los mismos.
     Existe también una interacción entre los factores desencadenantes y la disposición, en el sentido de que esta última acentúa, promueve o estructura la actuación de determinadas causas desencadenantes, y estas últimas pueden, a su vez, modificar la disposición.  Por supuesto que todas estas interacciones así como existen pueden dejar de existir y entrar en un círculo vicioso, estereotipado (paralización del aprendizaje), y también se pueden distorsionar, perturbar o influir positivamente.
     Las tres series complementarias están siempre presentes en toda conducta (normal o patológica), pero puede existir un predominio (siempre relativo y nunca absoluto) de cada una de las series, en los casos en que la intervención de alguna de ellas sea preponderante; cuando tal es el caso para la primera y segunda serie complementaria (constitución y disposición), se caracteriza como un predominio de factores endógenos, mientras que cuando lo importante es el factor desencadenante, se caracteriza como un predominio de los factores exógenos.  Entre ambos no hay contradicción o exclusión; siempre están presentes ambos, aunque, como acabamos de ver, puede ocurrir un predominio de alguno de ellos.
   
 


                                                         Constitucional
Predominio de las Series                                                     ENDOGENO
Complementarias                            Disposicional


                        Actual                          EXÓGENO

     Estas denominaciones, según el predominio de alguna de las series complementarias, se utilizan para calificar tanto las causas como las conductas mismas (normales o anormales: síntomas y enfermedad). Exógeno y endógeno califican solamente predominios relativos, pero no son excluyentes; lo exógeno sólo puede actuar a través de lo endógeno, y a su vez este último condiciona o modifica al primero. Además, lo endógeno ha sido a su vez, en algún momento del desarrollo, también exógeno.
CONDUCTAS DEFENSIVAS:
a   LA DEFENSA:      El término defensa es empleado por primera vez por Freud en 1894 en su estudio sobre las “Neuropsicosis de defensa”, en el cual describe los síntomas como formaciones defensivas frente a ideas y afectos insoportables y dolorosos.  Más tarde, sustituye el término por el de represión, pero en 1926 lo retorna y define la represión como una forma de defensa.
Los peligros contra los cuales tenían que operar las defensas podían provenir -según A. Freud- de tres fuentes: de los instintos, de la conciencia moral (superyó) o de la realidad exterior. Todas las conductas defensivas son conductas que operan sobre la disociación (divalencia) y tienden a fijar o estabilizar una distancia óptima entre objeto bueno y malo.  Fueron estudiadas por Freud y la escuela psicoanalítica con la denominación de mecanismos de defensa, pero son en realidad conductas y deben ser estudiadas como tales.  Si se optara por mantener la denominación original de mecanismos de defensa, de ninguna manera se debe suponer que estos supuestos mecanismos originan la conducta respectiva, sino que, a la inversa, lo concreto son las conductas, y los mecanismos derivan de un proceso de generalización y abstracción de las primeras, pero de ninguna manera tienen que ser convertidos en entelequias.
Las  conductas defensivas son las técnicas con las que opera la personalidad total, para mantener un equilibrio homeostático, eliminando una fuente de inseguridad, peligro, tensión o ansiedad.  Son técnicas que logran un ajuste o una adaptación del organismo, pero que no resuelven el conflicto, y por ello la adaptación recibe el nombre de disociativa.
En todo momento en que fracasan las conductas defensivas y -por consiguiente- la disociación de la conducta, aparece la ansiedad como un índice de restitución, o peligro de restitución, de la ambivalencia (conflicto). La pérdida de las defensas habituales, en forma total, conduce a una desintegración psicótica, pero en condiciones más comunes no alcanza tal intensidad ni totalidad, y la ansiedad que aparece promueve la formación de nuevas conductas defensivas.  Esta alternancia de las conductas defensivas puede ser un proceso estereotipado o bien constituir un verdadero proceso de aprendizaje.
Las conductas defensivas no existen solamente en los procesos patológicos, sino que intervienen normalmente en el ajuste y desarrollo de la personalidad; lo que caracteriza lo normal o lo patológico no son conductas defensivas típicas en su calidad, sino una variación en su quantum o grado de aparición, lo cual a su vez condiciona o produce cambios cualitativos; la rigidez o plasticidad en la dinámica o alternancia de las conductas defensivas es otro de los caracteres que diferencia lo normal de lo patológico.
Toda conducta defensiva conduce a una restricción del yo o a una limitación funcional de la personalidad, porque siempre opera contra una parte del mismo yo, ligada a un objeto perturbador; esta restricción puede ser muy amplia o de tal magnitud que la capacidad del yo se reduce a un mínimo.
La defensa no es un sobreagregado, sino que es la conducta misma, en sus múltiples alternativas frente a los conflictos; éstos tampoco son nada ajeno a la conducta misma.  El propio Freud, que comenzó sus investigaciones con un esquema energetista de los conflictos, en el año 1938 admite la escisión del yo frente a los conflictos, con la aparición de dos conductas o reacciones opuestas, “ambas válidas y efectivas”; “el rechazo siempre se complementa con una aceptación; siempre se establecen dos posiciones antagónicas y mutuamente independientes que dan por resultado una escisión del yo.  El desenlace depende, una vez más, de cuál de ambas posiciones logre alcanzar la mayor intensidad”.
a   PROYECCIÓN:   Es un término primitivamente utilizado por Condillac y por Helmholtz para describir una teoría, según la cual las sensaciones son primero percibidas como experiencia psicológica y sólo posteriormente, por una localización en el espacio, fuera del yo, adquieren realidad independiente de la psicológica, es decir, que la sensación se percibe primero como experiencia interna y sólo posteriormente es ligada a objetos exteriores.
En psicología, en la actualidad, se denomina proyección al hecho de atribuir a objetos externos características, intenciones o motivaciones, que el sujeto desconoce en sí mismo. La proyección puede realizarse tanto sobre objetos inanimados como sobre seres animados.
Lo que se proyecta y se experimenta, por lo tanto, es uno de los términos de la divalencia (disociación de la ambivalencia) y, por lo tanto, una estructura que incluye un objeto parcial y parte del yo ligado a ese objeto. La proyección se realiza ubicando el objeto parcial en el área tres (mundo externo), sobre un objeto real del mundo exterior, y reteniendo el otro objeto parcial en el área uno (mente) o en la dos (cuerpo).  Se puede proyectar tanto el objeto bueno como el malo. En ciertos casos puede ocurrir una proyección de objeto total.
Forma parte tanto de la conducta normal como de la anormal, y juega un papel muy importante en la psicología de la personalidad.  Interviene normalmente en el curso del desarrollo, en el cual, por ejemplo, las frustraciones, vividas con agresión contra el objeto frustrante, son proyectadas sobre otro objeto, y entonces se percibe a este último objeto como agresivo, lo que permite mantener el vínculo sin conflictos con la persona que se necesite para la satisfacción de necesidades.  Interviene en todo proceso de percepción y es la experiencia reiterada con la realidad la que permite la rectificación de lo proyectado y, por lo tanto, una percepción correcta. Si esta proyección no es rectificada por la realidad y dista de la misma en forma apreciable, se producen la alucinación y la ilusión; la primera es más masiva, en el sentido de que toma menos en cuenta las características reales del mundo exterior, y es de más difícil rectificación que la segunda.
Si se proyecta predominantemente el objeto malo, el sujeto se siente bueno por retener el objeto bueno como propio, mientras que el o los objetos del mundo exterior son percibidos como malos o peligrosos.  Este caso es el que denominamos la conducta de estructura paranoide.
Si se proyecta lo bueno, el sujeto se siente malo y pasa a una relación de dependencia del objeto externo, dependiendo de su protección y de sus juicios sobre él.  Si la proyección es demasiado intensa, el sujeto se siente pobre y vacío.
La proyección puede dar como resultado una identificación que en este caso se denomina identificación proyectiva, en la cual el sujeto experimenta como propias, conductas de un objeto externo y vive dichas experiencias a través del otro.  En casos extremos y patológicos (esquizofrenia), el sujeto siente que lo tocamos a él si tocamos un objeto con el cual él está identificado proyectivamente.  Es también identificación proyectiva el caso de los que siempre ayudan a otros, para vivir a través de los otros y no de sí mismos.
Pichon-Rivière ha introducido, en este sentido, una terminología que permite comprender mejor los procesos de proyección en las diferentes situaciones normales y patológicas; denomina depositario al objeto externo sobre el cual se efectúa la proyección, depositante al sujeto que la realiza y depositado a lo que es proyectado.  La discriminación entre depositado y depositario permite la rectificación de lo proyectado, y por lo tanto, el mejor conocimiento de la realidad, mientras que la superposición total e identificación entre ambos es el proceso característico de las psicosis. Otro proceso que tiene lugar en la relación interpersonal, es el hecho de que el depositario puede asumir el papel de lo depositado y a su vez entrecruza proyecciones con el depositante, y este proceso, en un grado máximo o intenso, es característico de las psicopatías.
El desarrollo normal y la integración de la personalidad con la integración del sentido de la realidad, depende de un progresivo clivaje entre lo proyectado y el depositario.  En el curso del desarrollo es la defensa más temprana o más precoz, que aparece aún antes que la represión. 
Todos los fenómenos animistas se basan sobre la proyección, al igual que el enamoramiento, la alienación, y gran cantidad de otros fenómenos. La proyección interviene también en el proceso de los conocimientos y en el de la orientación con un mayor sentido de realidad.  La diferencia entre animismo y conocimiento no estaría solamente en un quantum de proyección sino, además, en una distancia óptima con el objeto, y en la interacción entre proyección e introyección.
a   INTROYECCIÓN: Es la incorporación o asimilación, por parte de un sujeto, de características o cualidades que provienen de un objeto externo, del mundo exterior. Con esta acepción fue introducida y estudiada por Freud, anteriormente, para Avenarius, designaba el proceso por el cual  se atribuye la existencia de objetos exteriores a una objetivación de estados internos, proceso que dicho autor suponía era la dificultad esencial que había que superar en la indagación filosófica.
Cumple un papel muy fundamental en el desarrollo normal, en la formación de la personalidad, tanto como en otros procesos normales y patológicos.  La introyección puede ser parcial o total, en cuanto se incorpora una parte del objeto externo, o su totalidad.  Normalmente se alterna, sucesiva y reiteradamente, con la proyección, permitiendo un mejor sentido de la realidad con la rectificación de la proyección, pero puede alterarse el proceso total de la proyección-introyección, como ocurre en la introversión y      en el autismo.
Fue especialmente estudiada por Abraham y Freud en los estados de duelo, en los que, por la pérdida de un objeto querido el sujeto incorpora propiedades del mismo y pasa a tener algunas de sus características.  La introyección puede ser de un objeto parcial (bueno o malo) tanto como de un objeto total (ambivalente).
Si el objeto introyectado invade demasiado la personalidad del sujeto, este último pasa a conducirse, parcial o totalmente, con los rasgos del objeto introyectado.  Esto recibe el nombre de identificación introyectiva. Es el caso de un ejemplo muy sencillo, de Freud, de un niño que pierde su gatito querido y entonces comienza a caminar como si tuviera cuatro patas, ayudado con las manos, y a maullar como si él mismo fuese el gato. O, en otro ejemplo, cuando el niño habla y camina igual que su padre. Como se ve, la identificación introyectiva incluye también todo lo que se ha estudiado con el nombre de imitación, que tanta importancia asume en psicología social.  La identificación introyectiva interviene también en otros fenómenos mucho más masivos de cambio de personalidad: la metamorfosis.
a   REGRESIÓN: Se llama así a la reactivación y actualización de conductas, o de un nivel total de comportamiento, que corresponden a un período anterior ya superado por el sujeto.  La regresión tiene lugar siempre que aparece un conflicto actual que el sujeto no puede resolver, y entonces reactiva y actualiza conductas que han sido adecuadas en otro momento de su vida, pero que corresponden a un nivel anterior, infantil.
La regresión nunca es un revivir total de conductas anteriores, sino que siempre son conductas nuevas y distintas, pero que se hacen dentro de un molde o estilo que pertenece al pasado. La regresión ocurre tanto en condiciones normales como en estados patológicos. El primer caso se produce, por ejemplo, en el dormir y el soñar, mientras que todos los estados patológicos son regresiones y la regresión se hace a puntos disposicionales del desarrollo, denominados puntos de fijación.  Freud y Abraham sistematizaron los distintos momentos o niveles del desarrollo de la personalidad y los relacionaron con las distintas afecciones mentales, según el grado de regresión.
La regresión puede ser total o parcial, reversible o no; puede implicar todas las áreas de la conducta o solamente algunas de ellas, o partes las mismas.
a   DESPLAZAMIENTO: En el desplazamiento, las características de un objeto o la proyección efectuada sobre él se propagan o difunden a otros objetos o partes de la realidad externa, asociados de alguna manera al primero.
Fue descripto como la conducta más típica o específica de las fobias, en las cuales la evitación de un objeto es transferida a otro, con la ventaja de que se puede mantener la relación con el objeto primitivo. Uno de los primeros casos estudiados fue el que se conoce como “el caso Juanito” en él, el padre de Juanito se convirtió en un objeto ambivalente: querido y temido al mismo tiempo.  El temor fue desplazado del padre a los caballos y ello permitió que la relación afectiva continuara con su padre, convertido así en objeto parcial.
En realidad, en el desplazamiento interviene de todos modos, siempre, el proceso de proyección-introyección: el padre es introyectado como objeto ambivalente y, después de su disociación, se proyecta la divalencia (los objetos parciales) sobre depositarios diferentes. En el desplazamiento ocurre una progresión o “contaminación” de los objetos, que se hacen así peligrosos o temidos; del caballo se puede desplazar el miedo a la calle, a los carros, a las personas que los manejan, etcétera.
a   REPRESIÓN: A partir de la disociación, uno de los objetos parciales y las manifestaciones de conducta con él ligadas quedan excluidos de la conducta actualmente desarrollada.  Si esto ocurre en el área de la mente, llamamos represión a este proceso que lleva necesariamente a una limitación de la capacidad funcional del yo y de la personalidad total. 
Pero esta exclusión puede realizarse sobre objetos proyectados y sobre los depositarios de dichos objetos, en cuyo caso hay una negación de la realidad externa, es decir, parte de esta última queda totalmente afuera o excluida, como si realmente no existiese.
La represión o negación puede ser también de una parte del cuerpo, aquella con la que se halla ligado el objeto disociado, divalente, proceso muy relacionado con las alteraciones y la dinámica del esquema corporal. Una parte del cuerpo frecuentemente muy reprimida o negada es, en nuestra cultura, la parte de los órganos genitales, a los cuales el sujeto excluye como si no existieran, ya sobre sí mismo, sobre todos o sobre algunas personas, especialmente los padres, en quienes la admisión de la sexualidad crea un conflicto en el sujeto que necesita mantenerlos idealizados.
a   CONVERSIÓN: Uno de los términos del conflicto (objeto parcial) se fija, como conducta, en el área del cuerpo, en forma de un síntoma o una manifestación orgánica.  Fue descubierta y estudiada como situación típica de la histeria.  
a   AISLAMIENTO: En el aislamiento, además de la disociación o fraccionamiento del objeto ambivalente en objetos parciales, ocurre un distanciamiento de la conducta ligada a uno de los objetos parciales, como forma de impedir la reaparición o confluencia del objeto parcial reprimido o negado.
El aislamiento tiende a lo inverso del desplazamiento, porque es justamente lo que se trata de evitar: el desplazamiento de características malas o indeseables del objeto malo hacia el objeto bueno.  En el desplazamiento actúa la contaminación, mientras que aquí se trata de evitarla; en el desplazamiento se contaminan nuevos depositarios con el objeto malo,  mientras que aquí se trata de evitar la contaminación del objeto bueno y su depositario respectivo.
a   INHIBICIÓN: Se trata de una impotencia o déficit (total o parcial) de una función o un tipo de conducta, tanto en área uno, como en la dos o tres. La conducta o función inhibida es la parte ligada al objeto parcial que es negado o reprimido y aislado, de tal manera que se inmoviliza uno de los términos del conflicto y, por lo tanto, se evita la ambivalencia.
Se diferencia de la conversión o somatización en que en la inhibición no hay síntomas, es decir, conductas distintas a las normales; en ella el síntoma es justamente sólo la ausencia de la función normal.  Anna Freud diferencia entre inhibición y restricción del yo, diciendo que la inhibición se orienta contra los propios procesos internos, mientras que la restricción del yo opera contra los estímulos del mundo externo.  Esta diferencia no es válida, porque toda defensa implica una restricción del yo y -además- las inhibiciones pueden operar, tanto en área uno, como en la dos y tres.
a   RACIONALIZACIÓN: Es una forma de negación en la que, para evitar el conflicto o la frustración se dan razones o argumentos que los encubren. La racionalización es una utilización del razonamiento para encubrir o negar realidades, mientras que en el razonar no ocurre esto. El ejemplo más sencillo es el de la zorra que no puede alcanzar las uvas y entonces se tranquiliza pensando (racionalizando) que las uvas están verdes; niega que las uvas están maduras, que ella las desea y que no las alcanza.
a   FORMACIÓN REACTIVA: Se reprime toda la conducta ligada al objeto malo, pero no en forma estabilizada o fija, de tal manera que permanentemente existe el peligro de una reactivación del conflicto ambivalente.  En este caso, la conducta manifestada, ligada al objeto bueno, se extrema y se hace más intensa o más perseverante. Es el caso del sujeto que tiene que luchar con tendencias amorales o perversas, y no sólo manifiesta la conducta ligada al objeto bueno, sino que ésta es más intensa, de tal manera que se conduce como hipermoral.
a   SUBLIMACIÓN: En la formulación primitiva de Freud, en la que operaba con la teoría de los instintos, el concepto de sublimación fue presentado como las conductas que, socialmente aceptadas y útiles, canalizaban o descargaban, sin embargo, tendencias que eran culturalmente rechazadas en su forma original.  Toda la actividad y la producción científica, intelectual, artística, cultural en general, incluidas las religiones, eran consecuencia de la sublimación.
   En la teoría de las relaciones objetales, que es la que aceptamos, utilizamos y desarrollamos aquí, la sublimación permite una integración y resolución de la ambivalencia y, por lo tanto, del conflicto, haciendo que en esa integración se canalicen armónicamente y de manera socialmente productiva tanto el objeto bueno como el malo, y las partes respectivas del yo a ellos ligadas.







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