Los
“heterónimos”, que el gran Fernando Pessoa introdujo en la poesía
contemporánea, pueden ser también, mediante las técnicas de “multiplicación
dramática”, un recurso para “vivir varias vidas sin tener que morir tantas
muertes”.
El poeta
Fernando Pessoa nació en Lisboa el 13 de junio de 1884 e hizo nacer a
cuatro de sus heterónimos más significativos la noche del 8 de marzo de 1914. A diferencia del
seudónimo, ocultamiento del nombre propio con otro nombre para no ser
reconocido, el heterónimo, en Pessoa, designa a distintos personajes que
escriben con distintos estilos a partir de biografías y formas de vivir,
pensar y escribir diferentes entre sí. Esto vale especialmente para el
cuarteto de poetas Ricardo Reis, Alberto Caeiro, Alvaro do Campos y el
mismo Fernando Pessoa, heterónimo a su vez y, como Reis y do Campos,
discípulo de Caeiro. En sus heterónimos, Pessoa logró otrarse, hacerse otro.
Esto nos lleva
a plantearnos si nuestros cambios y diferencias, a veces inexplicables, no
corresponderán a acciones yoicas de islotes de disposiciones que aparecen
en nuestra personalidad, más allá de la comprensión causal de sus
desarrollos, de sus éxitos y de sus inconvenientes, más allá de la
comodidad peligrosa que nos brindan las certezas. Pessoa dice: “De todo me
quedaron tres cosas: la certeza de que estaba siempre comenzando, la
certeza de que había que seguir y la certeza de que sería interrumpido antes
de terminar”.
“Si las cosas son astillas/ del perspicaz universo,/ que yo sea mis
fragmentos/ distraídos y diversos./ Lo fueron y no lo fueron”: esta
expresión de Pessoa se conecta con la famosa frase de Rimbaud, que inaugura
la modernidad: Je est un autre. A través de la multiplicación dramática
tratamos de descubrir esos otros: qué heterónimos posibles acompañan a
quienes circulan por una escena mostrativa, profesional (ver La
multiplicación dramática, Hernán Kesselman y Eduardo Pavlovsky, ed. Atuel).
La certeza de
no poder ser más que aquel que somos impide llevar adelante el deseo tan
humano, tan lúdico, tan típicamente infantil, de ser muchos. Jugando con
los heterónimos, reflexionando irónicamente con las patologías que me
capturan en soledad, empecé a bautizar con nombres propios a los personajes
que me habitaban en mis peores y mejores estares: Erik, El Fantasma de la Opera, Clark Kent,
Bartleby. Y propuse este juego a mis alumnos, familiares y amigos. ¿Acaso
en la vida profesional no somos el conjunto de máscaras que se vinculan
entre sí, con poses y gestos que van más allá del antifaz del rostro? Esto
vale para terapeutas y pacientes en cualquier continente en que se utilicen
herramientas psicológicas, y para todo vínculo en la vida cotidiana: multiplicidad
de disposiciones que podríamos actuar. Por encarnarse en cuerpos
disponibles en la escena, las denomino disposibles. Los disposibles son una
síntesis de disposición, de posibilidad diferente, de estar en acto
biográfico, con sus conexiones y relaciones: concepto similar al de
heterónimo. Yo ofrezco la oportunidad de jugar a bautizar los disposibles
de cada uno en el intento de construir una taxonomía de heterónimos.
Como Antonio
Tabucchi en Sostiene Pereira, considero que hay una Asamblea de cuerpos y
almas, un estallido de disposibles, un ballo in maschera pirandelliano,
cuando el director de la multiplicación dramática invita al protagonista de
una escena a indagar los personajes que lo habitan antes y durante el
encuentro con otros actores –un paciente, una familia, un grupo–; cuando
interroga en qué disposibles vinculares se encarnan unos y otros hasta
llegar a una mutua captura, una máquina de captura que se abrirá al juego
multiplicador del grupo.
Un tartamudeo
aparece y hace tambalear la mano que intenta resolver con la comprensión.
Ese tartamudeo es disposición a la invención; proviene del acontecimiento
que nos sorprende sin que lo busquemos, ya que, al afectarnos, él es quien
nos inventa a nosotros. Esto diferencia los disposibles heteronímicos de
los yoauxiliares del psicodrama común, donde también los cuerpos hablan
pero de un modo más planificado. Desde mi óptica, los disposibles son, en
psicoterapia, la vía regia. Pero, ¿cómo generar la disposición para
construir estos disposibles?
El análisis
tradicional se centra en la interpretación de la relación familiarista
edípica, donde el paciente se relaciona con el papá, la mamá, el hermano,
el pecho: con un objeto parcial, elemento conceptual de la metapsicología
freudiana, pero no como singularidad. Cuando exploramos los disposibles y
sus funciones diferentes, surge otra cosmogonía para operar. La heteronimia
es un camino a recorrer en la búsqueda de la despersonalización
identitaria, de la enajenación positiva. “No hay más criterio de verdad que
el no estar de acuerdo conmigo mismo”, apuntó Pessoa.
La encarnación
de personajes y su desarrollo en la psicología del encuentro expandieron el
camino para representar una y otra vez, con nuevos escenarios, la
heteronimia pessoana. Además, en mi caso, fue un camino hacia una nueva
psicopatología. Habiendo desarrollado yo hace más de treinta años mi teoría
de los núcleos básicos vinculares, más impregnada por la psicopatología
médica, ahora, mediante los heterónimos, promuevo una apertura desde el
arte, la vida cotidiana, la filosofía y la literatura. De ahí surge mi
proyecto: cómo vivir varias vidas sin tener que morir tantas muertes.
Nuestros
heterónimos configuran los personajes que desarrollan la ficción de las
novelas personales y profesionales, al vincularse entre sí y con los otros,
en tanto integrantes de grupos heterogéneos. Pessoa los interiorizó y sólo
los dejó escribir libros y poemas. Implotaron dentro suyo sin que nadie lo
advirtiera. Yo, en cambio, los estimulo a corporizarse en la escena, a
exteriorizarse, haciéndose visibles y audibles, adjuntándolos a los
ortónimos, los nombres propios de quienes viven la experiencia.
Utilizo los
disposibles para el entrenamiento en el reaprendizaje y la transformación
de conductas monocordes, repetitivas y previsibles, dando al diagnóstico,
no sólo un formato menos pegoteado a las denominaciones de la psiquiatría
tradicional, sino también un destino con más posibilidades de originar
nuevos roles en uno mismo. Interrogar el equilibrio atado a volver a ser como
se era antes, para darle otras potencias en distintos ámbitos de producción
de sentido, en diferentes máquinas, en otros vínculos y temáticas alejadas
de la común forma de ser y del interés rutinario. Así procuramos diseñar
una cartografía de heterónimos, investigando los múltiples aspectos de las
relaciones entre ellos.
Asamblea de
almas en la escena dramática. Si la multiplicidad es el espíritu teórico
que se encarna en la multiplicación dramática, los desdoblamientos del
despliegue de heterónimos disposibles para cada actor en escena constituyen
la Asamblea
de almas por donde circula el misterio de los encuentros –sean estos
terapéuticos, personales, de formación, de creatividad-.
En esta
circulación escénica que estructura ritornelos gestuales, pictóricos,
sonoros, se produce un texto vital que contiene los enunciados por donde
navega el deseo. Por momentos, la rostridad bien definida de los personajes
iniciales del encuentro (bi o multicorporales) se va confundiendo en una
producción que parecería inacabable, y por ello acudimos a la puntuación.
En estos desdoblamientos en que la rostridad inicial de terapeutas y
pacientes, de educadores y educandos, se desdibuja, nos vamos acercando a
nuevas rostridades, diferentes, que sin embargo contienen el coágulo de la
rostridad inicial. La heteronimia, en la clínica, logra multiplicar estares
para que cada uno deje de ser progresivamente quien es y, al mismo tiempo,
sea más que nunca uno mismo. Quizá porque cada desdoblamiento contiene lo
prohibido, lo que no tiene letra, lo que imagina el social histórico y, en
especial, es tan micropolítico que termina por tentarnos a deconstruir
nuestra historia e interrogarnos por futuros jamás pensados.
* Fragmento del
trabajo “Devenir poético de la multiplicación dramática: Fernando Pessoa y
la heteronimia en la práctica profesional”
Publicado en
“Página/12”. Psicología. Jueves, 29 de Marzo de 2007
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