viernes, 13 de enero de 2017

LÍNEAS DE FUGA- Carolina Pavlovsky

LÍNEAS DE FUGA

Carolina Pavlovsky

E
l rostro es redundancia. Es el marco o pantalla. Rostro “bunker”. La estrategia Norteamericana de colocar a Saddam Hussein como “el rostro” que se necesitaba para justificar una invasión terrorista planificada desde hace años; un rostro enemigo que capture todas las miradas (recordar la manipulación de los medios desde la ya primera invasión de Papá Bush) y que cargue con todas las culpas, ha fallado. Porque el “Nuevo Orden Mundial”, como se lo llama, no calculó contrarrestar los efectos imprevisibles de la actual distribución mundial de poder.
        El fascismo, la xenofobia, la necesidad de controlar cada vez más el Imperio su poder ampliándolo, crecen como hierba mala en la huerta reseca de las utopías. De esto padece Norteamérica hoy.
        Si hay algún motivo para sobrevivir, ése sería el de escapar al rostro. Deshacernos del rostro y las rostrificaciones: no caer en esa subjetividad demasiado humanizada, Primera Persona Singular: dureza callosa. El “yo” que Nietzsche quería disolver.
        Pero cuestionar la “rostridad” es un movimiento que involucra toda nuestra subjetividad. No es una crítica neutral.
        Sucede que, apunto de descubrir el gran arte del inconsciente: el arte de las MULTIPLICIDADES, no se cesa de volver a las unidades MOLARES.
        Para un coordinador de grupos que no tiene el coraje de pasar imperceptible, el estar MOLECULAR puede sentirlo como puro caos.
        No como la DANZA DEL EQUILIBRISTA SOBRE LA CUERDA para no quedar atrapado en niveles cerrados de sentido.
        Tememos al caos.
        El caos no se trata sino de OTROS ÓRDENES que desconocemos. Órdenes que se dejan captar si nos dejamos atrapar por la danza inquietante de signos vacíos, sometiéndonos al sin sentido, flotar sobre el modo de la superficie y la apariencia.
        El problema no es el de la ORGANIZACIÓN, el SENTIDO, el de la ESTRUCTURA, sino el de la COMPOSICIÓN.
        Composición que singulariza a la obra de arte con sus características de extrañeza, liquidez, instantaneidad, inhumanidad.
        Composición de moléculas, de partículas de todo tipo, de afectos, de intensidades, de individuaciones sin sujeto (Deleuze, Guattari).
        Es el juego vertiginoso de las apariencias desafiando al sujeto de la interpretación.
        Juego que nos arranca del reino de la metáfora y nos sumerge en la seducción de las metamorfosis (Carolina Pavlovsky, Lo Grupal 8)
Pensamiento en imágenes
        Es el pensamiento no gramatical, no estructural.
        Es pensamiento de afectos, estados, intensidades, geografías, en fin, imágenes.
        Nos malacostumbramos a conformarnos con los estrechos desfiladeros del significante.
        Y olvidamos nuestro verdadero cuerpo: el que sabe escuchar al corazón, a las vísceras, a los órganos: cuando éstos se convierten en grietas, líneas, antes que profeticen el futuro; cuando nos agradece el espíritu satisfecho con el silencio del cuerpo.
        Un psicodramatista tiene que estar muy bien entrenado en el pensamiento en imágenes.
        Si el psicodrama tiene su lugar en la clínica será porque es un dispositivo privilegiado para romper el sentido...cerrado, bloqueado de una historia individual.
        Porque su materia prima tiene que ver con este concepto, pensamiento en imágenes, el cual más que transitar una “historia” dibuja una “geografía”. De mapas, líneas, bloques, intensidades.
        Es importante que el psicodramatista tenga claro la importancia de este concepto-máquina deseante. Cuando se trabaja con un sujeto, es fundamental estar atento a la formación de imágenes en su pensamiento.
        A veces el psicodramatista debe estar transferencialmente “adelante”, imaginando él antes, o al más fiel estilo moreniano: inducirlo a imaginar.
        Proyectamos fragmentos, escenas de películas, teatrales, pequeñas fotografías-mapas, recuerdos en cámara lenta, recuerdos cortados a bisel.
        La capacidad IMAGINANTE nos sumerge en otro lugar, donde se habita de otra forma el espacio, el más ínfimo movimiento, las velocidades, las intensidades o la pobreza de una voz, de un gesto, de una pausa, una mirada, los sonidos de los objetos cuando hablan, el silencio ensordecedor de los cuerpos cuando vibran.
        Es comprobable que las imágenes, como la compleja multiplicidad registro perceptivo, no tienen la tendencia automática de acomodarse en una historia.
        Un psicodramatista no despliega, escenifica “historias”, montajes argumentales muchas veces limitados a la intimidad familiarista. Apenas con fragmentos: velocidades, no secuencias, ritmos y arritmias variados, no tiempos esperablemente regulados, destellos y evanescencias más que la previsibilidad de la luz y de la sombra.
        La experiencia psicodramática, donde sea y como sea que se lleve a cabo, pierde su método y su sentido si se le teme a la intensidad. “Para que una cosa tenga sentido,  hace falta una ilusión, de movimiento imaginario de desafío a lo real, que nos arrastre, que nos seduzca que nos rebele.” (J, Baudrillard).
        Crear y sostener las condiciones de FICCIÓN, de juego, es nada menos que el eje del quehacer psicodramático.
        No debe importar el contenido del texto narrado, lo que realmente importa es diseñar, crear un clima de ficción.
        Sumergir al protagonista y a los miembros del público-grupo en las intensidades de la escena-ficción, hacer del espacio psicodramático un espacio transicional.
        Estar atento al clima, mantenerlo, o aún, intensificarlo. Pero no perderlo.
        La intensidad es calor, y es caos. Es el momento de mayor producción creativa del artista.
        La materia prima del psicodrama es la IMAGINACIÓN, o mejor decir FUNCIÓN IMAGINANTE.
        Mas no esperes recompensa ni reconocimientos, aunque creas merecerlos.
        Esta tarea es desnuda, cruda, solitaria también.
        La coordinación de una singularidad colectiva debería trabajar con la máscara del que circula entre todos sin hacer de su presencia algo más notorio que su presencia misma.
        Para coordinar un grupo hay que ser humilde, sumamente humilde, aunque atento, abierto, mas no cobarde, y listo a ponerle el cuerpo a  cualquier obstáculo que hubiese de surgir.
        No resolver problemas, sino ponerles el cuerpo, oponérseles, sostenerles, transformarles, hacerles bailar con nuestro cuerpo propio, para seguir adelante.
        El agente de salud mental o aquel que roza en alguna medida estas cuestiones, no es un agente NEUTRO, lamentablemente para algunos es un hecho, asumido en otros cuyo orgullo despierta.
        Se trata de la subjetividad pura: lo colectivo, lo personal, las transversalidades, lo intermedio, puro intersticio.
        Respetar la singular subjetividad grupal es seguir sus líneas que a una primera impresión nos aparecen como caóticas, recostarnos sobre su movimiento ondular, aunque desdoblándonos en una atención permanente.
        Continua o alternada, según los modos de percepción individuales.
        Coordinar también requiere de nuestra capacidad o entrenamiento en la DISOCIACIÓN. Disociación con la que trabajaba Freud.
        No hay que temerle a esta función defensiva del aparato psíquico, sino aprender a utilizarla como a una herramienta fuerte de defensa en esta defensa, en esta difícil y deliciosa dedicación al Psicodrama.
        Estas reflexiones, si vale llamarlas así, por qué no intensidades, son parte de un pensamiento que es vértebra en la formación de la corriente de Psicodrama supervisada por Eduardo Tato Pavlovsky, creador, junto con Hernán Kesselman y Luis Friedlewsky (fallecido en 1979), del concepto teórico-técnico de Multiplicación dramática.
        Esta no se agota, no queda reducida a los rudimentos de una técnica aplicada.
        Supone toda concepción acerca de la PRODUCCIÓN DE SENTIDO.
        La multiplicación es un verdadero acto de intervención institucional, grupal, subjetiva.
        Tiene que ver con las afecciones, los contagios, los estados, más que con lecturas de interpretación edípica.
        Matriz de creatividad. Creatividad sin sujeto.
        Se aprecian líneas que fugan a velocidades incomprensibles, líneas bloqueadas en callejones sin salida, otras que se arrastran como gusanos para seguir abriéndose camino, algunas líneas pasan, otras no. Y por DÓNDE, más que PORQUÉ.
        Se trata de recuperar la ilusión de las apariencias “baudrillanas” como lo han hecho durante siglos el arte, el teatro, la poesía.
        Y la multiplicación dramática indaga de manera ejemplar esta dimensión. Y lo grupal puede ser un instrumento privilegiado para evitar la captura de un sentido hegemónico.
        La resonancia grupal hace estallar el sentido monocular de una escena.
        Y en esto va mucho lo que se refiere a la creatividad, aunque a veces se la nombra sin entender del todo qué significa. Y es que aquí el entendimiento vale poco, cuanto mucho más provecho se saca en NO entender, dejar acaecer.
        Aún con dolor, sólo la creatividad salva al hombre, cambia su historia, le da armas para transformar la historia con semejantes, su destino.
        Y llegando aquí, tratándose de las potencias de la creatividad, hago pausa en este camino de la escritura, ya que otro capítulo merece la riqueza de este tema.


No hay comentarios:

Publicar un comentario