LÍNEAS DE FUGA
Carolina Pavlovsky
E
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l rostro es
redundancia. Es el marco o pantalla. Rostro “bunker”. La estrategia
Norteamericana de colocar a Saddam Hussein como “el rostro” que se necesitaba
para justificar una invasión terrorista planificada desde hace años; un rostro
enemigo que capture todas las miradas (recordar la manipulación de los medios
desde la ya primera invasión de Papá Bush) y que cargue con todas las culpas,
ha fallado. Porque el “Nuevo Orden Mundial”, como se lo llama, no calculó
contrarrestar los efectos imprevisibles de la actual distribución mundial de
poder.
El fascismo, la xenofobia, la necesidad
de controlar cada vez más el Imperio su poder ampliándolo, crecen como hierba
mala en la huerta reseca de las utopías. De esto padece Norteamérica hoy.
Si hay algún motivo para sobrevivir, ése
sería el de escapar al rostro. Deshacernos del rostro y las rostrificaciones:
no caer en esa subjetividad demasiado humanizada, Primera Persona Singular:
dureza callosa. El “yo” que Nietzsche quería disolver.
Pero cuestionar la “rostridad” es un
movimiento que involucra toda nuestra subjetividad. No es una crítica neutral.
Sucede que, apunto de descubrir el gran
arte del inconsciente: el arte de las MULTIPLICIDADES, no se cesa de volver a
las unidades MOLARES.
Para un coordinador de grupos que no
tiene el coraje de pasar imperceptible, el estar MOLECULAR puede sentirlo como
puro caos.
No como la DANZA DEL EQUILIBRISTA
SOBRE LA CUERDA
para no quedar atrapado en niveles cerrados de sentido.
Tememos al caos.
El caos no se trata sino de OTROS ÓRDENES
que desconocemos. Órdenes que se dejan captar si nos dejamos atrapar por la
danza inquietante de signos vacíos, sometiéndonos al sin sentido, flotar sobre
el modo de la superficie y la apariencia.
El problema no es el de la ORGANIZACIÓN , el
SENTIDO, el de la
ESTRUCTURA , sino el de la COMPOSICIÓN.
Composición que singulariza a la obra de
arte con sus características de extrañeza, liquidez, instantaneidad,
inhumanidad.
Composición de moléculas, de partículas
de todo tipo, de afectos, de intensidades, de individuaciones sin sujeto (Deleuze,
Guattari).
Es el juego vertiginoso de las
apariencias desafiando al sujeto de la interpretación.
Juego que nos arranca del reino de la
metáfora y nos sumerge en la seducción de las metamorfosis (Carolina Pavlovsky, Lo Grupal
8)
Pensamiento en imágenes
Es el pensamiento no gramatical, no
estructural.
Es pensamiento de afectos, estados,
intensidades, geografías, en fin, imágenes.
Nos malacostumbramos a conformarnos con
los estrechos desfiladeros del significante.
Y olvidamos nuestro verdadero cuerpo: el
que sabe escuchar al corazón, a las vísceras, a los órganos: cuando éstos se
convierten en grietas, líneas, antes que profeticen el futuro; cuando nos
agradece el espíritu satisfecho con el silencio del cuerpo.
Un psicodramatista tiene que estar muy
bien entrenado en el pensamiento en imágenes.
Si el psicodrama tiene su lugar en la
clínica será porque es un dispositivo privilegiado para romper el
sentido...cerrado, bloqueado de una historia
individual.
Porque su materia prima tiene que ver
con este concepto, pensamiento en imágenes, el cual más que transitar una “historia”
dibuja una “geografía”. De mapas, líneas, bloques, intensidades.
Es importante que el psicodramatista
tenga claro la importancia de este concepto-máquina
deseante. Cuando se trabaja con un sujeto, es fundamental estar
atento a la formación de imágenes en su pensamiento.
A veces el psicodramatista debe estar
transferencialmente “adelante”, imaginando él antes, o al más fiel estilo
moreniano: inducirlo
a imaginar.
Proyectamos fragmentos, escenas de
películas, teatrales, pequeñas fotografías-mapas, recuerdos en cámara lenta,
recuerdos cortados a bisel.
La capacidad IMAGINANTE nos sumerge en
otro lugar, donde se habita de otra forma el espacio, el más ínfimo movimiento,
las velocidades, las intensidades o la pobreza de una voz, de un gesto, de una
pausa, una mirada, los sonidos de los objetos cuando hablan, el silencio
ensordecedor de los cuerpos cuando vibran.
Es comprobable que las imágenes, como la
compleja multiplicidad registro perceptivo, no tienen la tendencia automática
de acomodarse en una historia.
Un psicodramatista no despliega,
escenifica “historias”, montajes argumentales muchas veces limitados a la
intimidad familiarista. Apenas con fragmentos: velocidades, no secuencias,
ritmos y arritmias variados, no tiempos esperablemente regulados, destellos y evanescencias
más que la previsibilidad de la luz y de la sombra.
La experiencia psicodramática, donde sea
y como sea que se lleve a cabo, pierde su método y su sentido si se le teme a
la intensidad. “Para
que una cosa tenga sentido, hace falta
una ilusión, de movimiento imaginario de desafío a lo real, que nos arrastre,
que nos seduzca que nos rebele.” (J, Baudrillard).
Crear y sostener las condiciones de FICCIÓN,
de juego, es nada menos que el eje del quehacer psicodramático.
No debe importar el contenido del texto
narrado, lo que realmente importa es diseñar, crear un clima de ficción.
Sumergir al protagonista y a los
miembros del público-grupo en las intensidades de la escena-ficción, hacer del
espacio psicodramático un espacio transicional.
Estar atento al clima, mantenerlo, o
aún, intensificarlo. Pero no perderlo.
La intensidad es calor, y es caos. Es el
momento de mayor producción creativa del artista.
La materia prima del psicodrama es la IMAGINACIÓN , o mejor
decir FUNCIÓN IMAGINANTE.
Mas no esperes recompensa ni
reconocimientos, aunque creas merecerlos.
Esta tarea es desnuda, cruda, solitaria
también.
La coordinación de una singularidad
colectiva debería trabajar con la máscara del que circula entre todos sin hacer
de su presencia algo más notorio que su presencia misma.
Para coordinar un grupo hay que ser
humilde, sumamente humilde, aunque atento, abierto, mas no cobarde, y listo a
ponerle el cuerpo a cualquier obstáculo
que hubiese de surgir.
No resolver
problemas, sino ponerles el cuerpo, oponérseles, sostenerles,
transformarles, hacerles bailar con nuestro cuerpo propio, para seguir
adelante.
El agente de salud mental o aquel que
roza en alguna medida estas cuestiones, no es un agente NEUTRO, lamentablemente
para algunos es un hecho, asumido en otros cuyo orgullo despierta.
Se trata de la subjetividad pura: lo
colectivo, lo personal, las transversalidades, lo intermedio, puro intersticio.
Respetar la singular subjetividad grupal
es seguir sus líneas que a una primera impresión nos aparecen como caóticas,
recostarnos sobre su movimiento ondular, aunque desdoblándonos en una atención
permanente.
Continua o alternada, según los modos de
percepción individuales.
Coordinar también requiere de nuestra
capacidad o entrenamiento en la DISOCIACIÓN. Disociación
con la que trabajaba Freud.
No hay que temerle a esta función
defensiva del aparato psíquico, sino aprender a utilizarla como a una
herramienta fuerte de defensa en esta defensa, en esta difícil y deliciosa
dedicación al Psicodrama.
Estas reflexiones, si vale llamarlas
así, por qué no intensidades, son parte de un pensamiento que es vértebra en la
formación de la corriente de Psicodrama supervisada por Eduardo Tato Pavlovsky,
creador, junto con Hernán Kesselman y Luis Friedlewsky (fallecido en 1979), del
concepto teórico-técnico de Multiplicación dramática.
Esta no se agota, no queda reducida a
los rudimentos de una técnica aplicada.
Supone toda concepción acerca de la PRODUCCIÓN DE
SENTIDO.
La multiplicación es un verdadero acto
de intervención institucional, grupal, subjetiva.
Tiene que ver con las afecciones, los
contagios, los estados, más que con lecturas de interpretación edípica.
Matriz de creatividad. Creatividad sin
sujeto.
Se aprecian líneas que fugan a
velocidades incomprensibles, líneas bloqueadas en callejones sin salida, otras
que se arrastran como gusanos para seguir abriéndose camino, algunas líneas
pasan, otras no. Y por DÓNDE, más que PORQUÉ.
Se trata de recuperar la ilusión de las
apariencias “baudrillanas” como lo han hecho durante siglos el arte, el teatro,
la poesía.
Y la multiplicación dramática indaga de
manera ejemplar esta dimensión. Y lo grupal puede ser un instrumento
privilegiado para evitar la captura de un sentido hegemónico.
La resonancia grupal hace estallar el
sentido monocular de una escena.
Y en esto va mucho lo que se refiere a
la creatividad, aunque a veces se la nombra sin entender del todo qué
significa. Y es que aquí el entendimiento vale poco, cuanto mucho más provecho
se saca en NO entender, dejar acaecer.
Aún con dolor, sólo la creatividad salva al hombre, cambia
su historia, le da armas para transformar la historia con semejantes, su
destino.
Y llegando aquí, tratándose de las
potencias de la creatividad, hago pausa en este camino de la escritura, ya que
otro capítulo merece la riqueza de este tema.
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