Nuestra Psicología Social en Madrid
(Publicado en Psicología Social para
Todos: tierra y escritura del hacer, sentir y pensar - Año 8 Nro. 78 de octubre
de 2015)
NUESTRA PSICOLOGIA
SOCIAL EN MADRID
Entre los
psicoargentinos que en la década del setenta tuvieron que obligadamente
dispersarse por el mundo se encuentran Armando Bauleo, Tato Pavlovsky, Emilio
Rodrigué y Hernán Kesselman*. Este último fue el fundador de la Escuela de
Psicología Social Enrique Pichon-Rivière en Madrid, allá por 1980. Muchos son
sus aportes a nuestra querida disciplina, por lo que a continuación
intentaremos hacer una síntesis de ellos, sobre todo en lo atinente a los
grupos operativos y su dinámica. Lo grupal se aborda como un anudamiento de
personas reunidas y entrelazadas por un interés común, homogéneo en la tarea y
heterogéneo en su composición.
Vemos al grupo como
dispositivo analizador y como máquina de producción de sentidos y de conceptos.
Esa elaboración de saberes y quehaceres se va desplegando en un aula-taller:
aula porque allí circulan los conocimientos; y taller porque por él rondan los
emprendimientos. En consonancia con las ideas del creador de la Psicología
Social Argentina, se trata de hacer el tránsito desde lo disyuntivo (lo
individual versus lo grupal) hacia lo conjuntivo (el individuo más el grupo),
siempre sumando las múltiples miradas que puedan ayudarnos a una mayor
comprensión psicosocial, para lograr una nueva —y mejor— manera de relatar
nuestras propias vidas.
Un aporte es el
desarrollo del método CDR, indicando estas tres siglas una operatividad
caracterizada por la búsqueda de consonancias / coincidencias / convergencias
(C), que junto a disonancias / discrepancias / diferencias (D) permitan en los
grupos arribar a resonancias / resultancias (R). Sabemos que la lógica
dialéctica acepta la presencia conjunta, simultánea, de distintos pares de
fuerzas contradictorias que procuran forzar la realidad en sentidos opuestos.
En la búsqueda de la verdad dichas polaridades y antinomias evolucionan hacia
una síntesis superior que las contiene. Si esto no se logra, la contradicción
se convierte en un dilema de difícil resolución.
La noción de
operatividad es fundamental cuando de grupos hablamos, siendo uno de los
eslabones del ECRO pichoniano. Según el diccionario de la Real Academia
Española, consiste en la capacidad para realizar una función. Se refiere a
eficacia, a ejecutividad, a adaptación activa a la realidad. Lo grupal va
conformando verdaderos Cartógrafos Operadores en Salud Mental, quienes se
convertirán en artesanos integradores de un histórico social donde el trípode
“filosofía, ciencia y arte” habilita el tránsito-pasaje que circula de lo
siniestro a lo maravilloso. La tarea del grupo operativo es aprender a pensar;
siendo la palabra un inmejorable vehículo para ello.
En España también
se hizo el intento de articular el esquema de Enrique Pichon-Rivière con el de
Siegmund Heinrich Foulkes, quien a mediados de los años veinte del siglo pasado
tuvo la idea de que el método grupal podía ser utilizado con fines
terapéuticos. Su originalidad radicó en la síntesis creativa entre
psicoanálisis, psicología de la Gestalt y sociología como fundamento teórico de
su Grupoanálisis Operativo. Reconoció la importancia de la teoría de campo en
el desarrollo de la investigación activa de la llamada grupo dinamia, dando al
“desaprendizaje-reaprendizaje” (unlearning) un papel primordial en su praxis,
junto a la comunicación colectiva.
Otra aportación a
resaltar es la integración en la dinámica grupal de la denominada
multiplicación dramática, mediante la cual la fachada inicial que expresa un
conflicto de un integrante —sea un obstáculo epistemológico o epistemofílico—
es apoderada y deformada por las máscaras resonantes de sus compañeros,
erigiéndose en el punto inaugural de una cadena de novedades y descubrimientos.
En los grupos operativos siempre cabe la posibilidad de que lo más allá, lo
otro del otro, se incluya. Sostenemos que lo psicosocial es un “enseñaje”
(enseñanza más aprendizaje) que evoluciona por ensayo y error; no por el
procedimiento de premios y castigos.
En los grupos
operativos se va produciendo una real promoción de la salud mental, concepto
que preferimos utilizar en reemplazo del de “prevención”. En los mismos se
logra la capacidad de hacer un buen uso del potencial individual (desde la
verticalidad), la aptitud para vincularse satisfactoriamente con los demás (desde
la horizontalidad) y el sentido de la responsabilidad ético-social (desde lo
colectivo comunitario). Y ayudan a resolver las dificultades internas de cada
sujeto, los estancamientos y el pensamiento dilemático. El esquema conceptual
referencial y operativo se transforma así en el útil de trabajo de cada miembro
en su interacción plural orientada.
*A quienes les
interese ampliar estas breves ideas recomendamos el libro de Hernán Kesselman
“La Psicoterapia Operativa”, de Editorial Lumen Humanitas (1998).
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