jueves, 28 de enero de 2016

ABORDAJE DEL REGISTRO DE MATERIAL EN UN PROCESO GRUPAL

ABORDAJE DEL REGISTRO DE MATERIAL EN UN PROCESO GRUPAL
Presentamos una reflexión inicial sobre la problemática del registro de material en grupo. El registro de material en el trabajo con grupos posibilita: a) hacer inteligible el proceso grupal, por cuanto la objetivación de cierto material en un proceso es una manera de permitir el distanciamiento del mismo, con el fin de poder abordar para descifrarlo, y b) optimizar las devoluciones, como función del coordinador, de regresar al grupo el material producido en el propio interjuego grupal. Esta función de devolución es descuidada por el coordinador, cuando centra su tarea sólo en interpretar al grupo, mientras que la devolución requiere un esfuerzo del coordinador para integrar “lo producido por un proceso grupal específico”, respetando las contradicciones internas.
Sin embargo, el problema del registro de material como una necesidad para trabajar con los grupos requiere el análisis de la problemática en relación a que es lo percibido por un coordinador, porque en un momento concreto el coordinador de un grupo sólo puede percibir (o sólo decide percibir) un hilo de secuencias, de intervenciones, y las limitaciones del coordinador para transcribir (objetivizar a través de lo escrito) un conjunto de sucesos grupales y la manera como dichos sucesos golpean su afectividad.
La magnitud de los sucesos de un grupo, las articulaciones que existen entre los participantes en múltiples planos: informacionales, actitudinales, etcétera, dificulta que exista un concepto claro y unívoco sobre lo que sería el registro del material. Por ejemplo, puede haber un registro muy lineal, muy formal, muy objetivo, por lo que transcribe de un con junto de intervenciones grupales; puede existir, incluso, la fidelidad de una grabadora; sin embargo, necesitamos analizar si esta transcripción es totalmente fiel a los sucesos grupales.
Es decir, en muchas ocasiones un registro puede perder ciertas líneas o niveles de los acontecimientos de un proceso grupal, por cuanto éste se da en una multitud de planos; así, por ejemplo, podemos reconocer una lectura de las estructuras afectivas que se fueron conformando en un grupo, el entrecruzamiento de miradas frente a la palabra de otro. El silencio, como forma de participar en grupo, es un elemento que fácilmente se pierde en el registro. ¿Cuántos significados esconde la actitud silente?
Incluso me atrevo a pensar que el pasaje de una serie de sucesos dinámicos y múltiples en sí mismos (lo hablado, lo escuchado, la postura y la expresión corporal total, lo sentido, lo vivido y lo experienciado), en determinado momento es castrado al presentarse bajo un solo nivel de formulación: registro escrito. Esto es, necesitaríamos pensar hasta dónde el registro del material, al estar limitado a una expresión temporal, castra una serie de sucesos del grupo e incluso del propio coordinador; hasta dónde el registro de material refleja los niveles de lectura que han sido posibles (posibilidad que pasa por decisiones que efectúa el propio observador y por el tiempo que tiene para transcribir dicho material), a costa de la oclusión de un proceso que no puede ser transmitido en su totalidad.
En este sentido se impone preguntarse en qué nivel un coordinador y un observador pueden percibir los sucesos de un grupo. Desde una discusión muy objetivista se percibe la palabra hablada, pero se deja de lado el contexto de producción y el conjunto de significados que produjo. Entonces, el objetivo en el registro del material también es castrante del proceso del grupo.
El coordinador y el observador, en su caso, no dejan de ser elementos que posibilitan el registro de material, pero un registro particular, porque lo producido por el grupo (el proceso del grupo), y su relación con la tarea, forzosamente golpean la subjetividad del coordinador. En realidad, en un proceso grupal se dan múltiples planos, y si bien la tarea matiza la lectura que se puede hacer de los mismos (terapia o aprendizaje), la lectura de éstos por el coordinador sólo puede hacerla a través de su propia subjetividad. Así, se observa que en un momento determinado el coordinador decide leer una producción grupal en relación con una temática, dejando de lado intencionalmente la parte afectiva de tal producción, mientras que, en otro momento, decide devolver al grupo aquel material que se refiere al mismo proceso grupal.
Lo que queremos marcar en este análisis es que la subjetividad del coordinador, golpeada por cierto material grupal, lo coloca en una situación en la que tiene que tomar una serie de decisiones sobre el plano en que realiza la lectura del proceso.
Reconocer el papel de la subjetividad en las ciencias del comportamiento  tal como lo señala Devereux, no es algo de lo que haya que avergonzarse, sino que, por el contra rio, es el punto de partida de la construcción del conocimiento. Según este autor, “la ciencia del comportamiento reúne datos múltiples: 1) El comportamiento del sujeto; 2) Los 'trastornos' producidos por la existencia y las actividades observacionales del observador; y 3) El comportamiento del observador: sus angustias, sus maniobras defensivas, su estrategia de investigación, sus decisiones (atribución de un significado a lo observado).” Desde esta afirmación, Devereux afirma que normalmente los científicos del comporta miento se niegan a trabajar con su propio comportamiento (punto 3).
En este sentido, afirmamos que el coordinador y el observador no hacen una lectura fría del material que se produce en el grupo, ni sólo de la relación de esta producción con una tarea, sino que, fundamentalmente, la lectura que hacen de un material que aparece en múltiples planos (algunos de los cuales son pertinentes y otros no), está atravesada por su subjetividad. Esto es, por la contratransferencia que actúa desde su rol específico.
Habría que pensar hasta dónde este golpeo de lo producido por el grupo provoca cierto tipo de ansiedades en el coordinador, ansiedades que se definen no sólo por el grupo, sino también por la propia personalidad del coordinador.
Esto es, quizá habría que aceptar que un coordinador, a partir de sus características personales, puede articular de una manera más adecuada un conjunto de intervenciones en un grupo en relación con una temática, y otro coordinador hacerlo en relación con los aspectos que presenta cierta dinámica. 
Habría que pensar, por lo tanto, si es en las ansiedades del coordinador y observador en las que se adquiere cierto sentido del material que es devuelto al grupo.
La lectura del material implica también percibir, no sólo el rol individual que cada uno de los integrantes del grupo está jugando en el proceso (liderazgos, afectividades, información, boicot, rivalidades, etcétera), sino fundamentalmente aquel en el que sobresalen las relaciones que se establecen entre los participantes en la conformación de esta estructura.
Estas notas han surgido del análisis de las dificultades que aparecen desde la práctica de un rol específico, el del coordinador, con sus limitaciones y posibilidades propias (capacidad de lectura en ciertos planos), angustias particulares (a partir de las cuales se toma la decisión de efectuar la lectura de algún plano), y la dificultad de transcribir una serie de sucesos, sin castrar el proceso grupal.
Esta reflexión se articula en tres núcleos que he intentado desarrollar en el presente trabajo, que a guisa de ordenamiento final, presento a continuación.
No todo material que se registra por escrito refleja el proceso de un grupo; en cierto sentido, puede ser la castración del proceso y de los significados que fueron apareciendo a lo largo del mismo.
El registro de material, por lo tanto, debe contemplar un conjunto de elementos más complejos que pasan por la participación que tienen los integrantes, desde su intercambio de miradas su postura corpórea, hasta sus silencios.
El material aparece en múltiples planos; sin embargo, la pertinencia de su registro pasa por la pertinencia del material respecto a la tarea y por las posibilidades del coordinador (su propia subjetividad, sus ansiedades), para la lectura específica de algunos de ellos.
El coordinador y observador en un proceso grupal deciden sobre cuáles de estos planos harán su lectura.
La lectura del material y su registro deben hacerse desde una visión global sobre la estructura del grupo y no tanto sobre los individuos que actúan en el proceso.
Las reflexiones previas se mueven en el plano conceptual; por ello requieren ser trabajadas profundamente en las demás instancias. Así se podrá impulsar un nivel instrumental que ayude a un registro más eficaz del material generado durante el proceso grupal.


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