Pichón Riviere: Las marcas de un maestro
Por Clara Jasiner
“…Según el mito, el fénix
renacía de
sus propias cenizas y poseía varios
dones, como la
virtud de que sus
lágrimas fueran curativas…”
Wikipedia
Ave Fénix:
Hace años, encandilada de adolescencia y deseos de construcción con
otros, cuando la utopía traspasaba la piel, los huesos y las neuronas, utopía que
anidaba en el encuentro, concurrí a la Escuela de Psicología Social de Pichón Riviere. Hoy agradezco la invitación a participar
del quinto aniversario de la revista Psicología Social para Todos. Me
referiré a Pichon Riviere como maestro y
a sus enseñanzas como marcas de una práctica actual con problemáticas de fracaso escolar. Su aporte brinda
instrumentos para colaborar con los docentes en épocas tan difíciles para la
educación.
Muchas veces, en aquellos tiempos,
escuché mencionar un apodo con que sus discípulos y quienes trabajaban con él
lo nombraban: decían que Pichón era como
el Ave Fénix, ya que había
sobrevivido, siempre lúcidamente, a situaciones de enfermedad.
El
Fénix, informa Wikipedia, fue símbolo
del renacimiento físico y espiritual, del poder del fuego de la purificación y
la inmortalidad. Es interesante que el Fénix
renace de las cenizas de su propio padre.
Respecto a la educación, el mito nos acerca, desde mi perspectiva, el
retorno de la “intervención del padre”.
Esto, lo relaciono con el tema de los acotamientos. La
construcción de psiquismo conlleva territorios como sistemas que, si bien abiertos, suponen bordes. Si bien contextuales, requieren
lógicas que implican marcas que paradójicamente, permiten que el sistema
cambie sin derrapar.
Volviendo al Ave Fénix, como apodaban a Pichón, Enrique N. de Montenegro dice
que, además de la inmortalidad, el ave tenía cualidades “… como el conocimiento, la
capacidad curativa de sus lágrimas, o su increíble fuerza…”. Añade que “…A lo
largo sus múltiples vidas, su misión es transmitir el saber que atesora desde su origen al pie del Árbol del Bien y del
Mal, y servir de inspiración en sus trabajos a los buscadores del conocimiento, tanto artistas como científicos”.
Hoy-Nuestra
época-infancia-escuela:
Tiempo
de fluidez, en que el sucederse de imágenes sin hiato, de promesas y
exigencias de satisfacción inmediata a
través del ilusorio llenado de demandas en forma instantánea, se obtura la
capacidad de simbolizar y la posibilidad de pensar. Estas sólo se instalan en el hiato. La alfabetización solo es posible aceptando
el aspecto de vacío, la falta y por ello mismo, los bordes. En las aulas, y de
ello dan cuenta los chicos que concurren al consultorio, derivados por escuelas
o traídos por sus padres o bien por sugerencia de psicopedagogas, etc. se
presencia habitualmente lo que denomino “escenas de derrape”. Ante esta crisis, que es social pero que hace
síntoma en la escuela, se requiere, como surge de conversaciones presenciales y
telefónicas en las que construyo estrategias con las docentes, aportar instrumentos conceptuales y
operativos a los maestros. Herramientas
que, tal como ellas solicitan, permitan enriquecer los conocimientos
pedagógicos y didácticos con que cuentan, con nuevas epistemologías, y sobre todo, con
la inclusión de lo virtual.
Los
niños con problemáticas de aprendizaje y conducta corren el riesgo de
cristalizarse bajo el rótulo y más aún, el destino de fracaso escolar. En el
contexto del método Chau fracaso escolar,
que creé para responder a esta cuestión, pervive la marca del maestro, Enrique Pichon Riviere. Al
escribir cursos a distancia, al atender a los chicos en el consultorio, al
construir estrategias con los maestros, dicha presencia sigue produciendo efectos fundantes.
En
una época marcada por la búsqueda acelerada de satisfacción, por la
predominancia del lleno por sobre aquel hiato que convoca a aprender, no podría
esperarse que la tarea del docente no estuviera en un momento de
interrogación. Los maestros deben ayudar
a alfabetizar, es decir, a producir instancias subjetivantes, marcas que se
relacionen con lo simbólico, con lo que acota. ¿Cómo, en el panorama actual, calmar
las ansiedades de esos chicos que “no paran?”. ¿Cómo operar cortes, en tiempos
de búsqueda de soluciones rápidas, de instantaneidad, de culto por la
gratificación aquí y ahora? ¿Cómo no
considerar efecto de este panorama la presencia en aumento de chicos
“hiperkinéticos, por ejemplo, en las aulas?
Desafío para la docencia
Lo dicho muestra la complejidad de situaciones problemáticas que en la
actualidad tienen que resolver una maestra o un maestro en el aula. La escuela es caja de resonancia
de estas cuestiones actuales y allí de lo que se trata es de instalar zonas
de tolerancia a la espera y de no lleno para que los chicos logren acceder a
los códigos escolares. Ya que aprender y alfabetizarse, requiere de los
alumnos y del maestro, tolerancia a la
espera, al vacío, no responde a la ilusión de “llenado” que perdura en nuestras
instituciones escolares.
Las dificultades de aprendizaje escolar de niños y adolescentes hoy
remiten a una intersección compleja de problemáticas sociales, familiares y
educativas. Repitencia del grado en la primaria o del año escolar en la
secundaria así como frecuente
desgranamiento configuran un terreno difícil.
Ante un panorama tan desconcertante resulta conveniente aportar a los docentes
estrategias actuales que -imbricadas con su experiencia y formación curricular
y su amplia formación en metodología y didáctica- ampliarán su capacidad de
brindar en estas situaciones respuestas solventes y sólidamente fundamentadas
Para operativizar
los bordes y acotamientos en las aulas. Transmitirles que la construcción de
subjetividad con acotamientos adecuados
previene la violencia así como a su vez la alfabetización es el vehículo
idóneo para lograrlo.
Los docentes se encuentran ante el desafío de
nuevos posicionamientos, y requieren instrumentos novedosos en instituciones
que, no siempre pero sí frecuentemente, se mantienen idénticas a la escuela
heredada de la modernidad.
Marcas
–Subjetividad:
Ante este panorama, se hace imprescindible articular zonas que implican bordes o cauces, que
instauran marcas constructoras de posibilidades psíquicas y postergación del impulso. ¿Cómo
conciliar una subjetividad abierta y flexible y al mismo tiempo una operatoria
adulta y sobre todo, docente, de “impresión de marcas”? Ya que a primera vista,
las marcas serían algo así como puntos inmóviles. Hablamos de territorios subjetivos o sistemas
abiertos, contextuales, pero con marcas que, si bien no rígidas, impliquen
anclajes que sostengan una lógica subjetiva con acotamientos. En ello nos ayudan maestros como Pichon Riviere,
que tuvo la posibilidad de transmitir imprimiendo marcas no inmóviles, sino
haciéndose cargo de que enseñar implica lo paradójico: marcar, para poder
operar cambios.
Enrique
Pichon Riviere: un maestro.
Este artículo busca, en unas líneas, acercar al interlocutor aquello que imbrica la tarea
con niños destinados al “fracaso escolar” con la enseñanza de Pichon. Un recorrido de senderos que se entrecruzan
complejamente, me ha llevado a indagar en la posición del maestro. Nada
mejor, entonces, que reconocer en esta búsqueda, las propias marcas de un
maestro.
No
se trata de esencializar una improbable definición de “maestro”. Sí de pensar, acotadamente en este contexto,
que se impone repensar, como diría Borges: “lo
que se cifra en el nombre”; es
decir, en la palabra maestro, se
construye la práctica del maestro y la
maestra hoy. ¿Qué es un maestro? Muchos
autores lo indagan. Veamos qué hace aún
hoy de Pichon Riviere un maestro. Al
mismo tiempo, qué aspectos de mi práctica hoy constituyen su herencia, a través
de la cual, renace en cada operatoria.
Los niños cuyas problemáticas de
aprendizaje, su “trastornos de conducta” etc. les dificultan acceder a los
códigos de alfabetización corren el riesgo de repetir el grado. Si se instalan
bajo el rótulo de fracaso escolar, corren también el albur de un progresivo
“desgranamiento” eufemismo con el que hoy en día de alude a la dificultad de
sostener la concurrencia a la escuela.
Esto es favorecido, en casi todos
los casos, por la cristalización del
rótulo fracaso escolar con que queda señalado un chico en las
circunstancias mencionadas. Conviene revisar aquello que se estereotipa y se rigidifica en metáforas que insisten en la construcción de una patología,
o en su fortalecimiento; ese efecto surge de nombrar problemáticas que en la
escuela hacen síntoma, pero que se relacionan con una complejidad que
trasciende y atraviesa la institución escolar.
Ciertas metáforas al ser reiteradas, producen efectos por sí mismas.
Por ello mi práctica se denomina Chau fracaso escolar. Porque la primera decisión consiste en diluir los rótulos, aliviando a los
chicos de su peso y previniendo de ese modo, la producción de aquello que el
rótulo impone.
Es obvio entonces, por qué este texto convoca a Enrique Pichon Riviere. Se
trata de una práctica fundada en una de sus enseñanzas fundamentales: movilizar los estereotipos, y con ello,
disminuir la consistencia de lo patológico. Se
sustenta el método en la puesta en interrogante de la metáfora del
fracaso escolar. Pichoniano esto de quitar etiquetas.
¿Cuál sería la posición del maestro y la maestra hoy? ¿Qué es lo requerido
en la actualidad de su tarea en las aulas? Una hipótesis es que, para
alfabetizar hoy, tienen que reconocer como imprescindible le necesidad de
propiciar, con su operatoria en las aulas, la producción de marcas
subjetivantes. Esto conlleva, la necesidad de que el maestro opere favoreciendo
instauración de territorios grupales y
subjetivos que impliquen la presencia y circulación de palabra simbolizante. Lo cual exige tolerancia al no lleno por parte del maestro y su
posibilidad de propiciarla en los alumnos.
Implica, en épocas de aceleración, la posibilidad de operar momentos
favorecedores de acotamientos. Implica,
cuando aún se piden resultados exactos en los cuadernos, poder percibir el
error como aprendizaje. ¿Cómo no abrevar en este punto de la experiencia y el
atravesamiento de lo creado por Pichon Riviere? Lo grupal como terreno de
cambios, pero de circulación de palabras y de acotamientos en términos de la
palabra del otro. Lo grupal como ámbito de construcción de tarea, no de
respuestas correctas. De incertidumbres, no de certezas. Quien atravesó y fue
permeado por la vida grupal, no puede percibir un aula como otra cosa que un grupo. Otra
herramienta imprescindible para la educación hoy.
Ideas pichonianas: ruptura de lo
cotidiano, desnaturalización de lo obvio. ¿están los maestros dispuestos a hacerlo? Por ejemplo a replantearse el tema
de la adjudicación de etiquetas. Acerca
de esta cuestión, todo mi hacer y pensar se liga con la marca pichoniana.
Marcas
pichonianas en Chau Fracaso Escolar-herramientas para la educación hoy.
La marca de lo grupal.
Imprescindible en la tarea de los maestros hoy. Insisto a menudo en que el maestro se
reconozca como un coordinador de grupos.
La marca de la construcción de lo
emergente, que intersecta con epistemologías complejas y al mismo tiempo,
abreva en el inconciente freudiano. Marca
que, además, engarza con la postulación actual de virtualidad, y de la construcción
de la realidad no como lo “objetivo” sino como contextual, y relativa a la
mirada, a la perspectiva. La concepción
del emergente grupal trabajada
pichonianamente, implicó siempre un campoo compleja, donde la misma
construcción de lo emergente por el coordinador ubica su propia intervención,
como emergente de la escena grupal.
La marca de la indicación de
operatividad. Importantísima hoy, en
la práctica psicoeducativa. Las aulas
están ávidas de reposicionamientos docentes, pero en ubicaciones
operativas. Operatividad supone una sola herramienta que engarza en sí misma lo
conceptual y lo teórico; un “acto” de intervención en el que no están disociados
ambos aspectos. Un instrumento que, ya
al formularlo, genera eficacia. Este es
un aporte relevante en la tarea de construir estrategias con los maestros.
Observación y nuevos posicionamientos
Otro tema en el que la propuesta pichoniana fue muy fecunda, incluso más
allá de lo que se percibe a primera vista, es larelevancia que imprimió al tema
de la observación. Puedo decir que la marca en tanto entrenadora
de observadores y coordinadores grupales durante muchos años, pervive y le brinda
riqueza a la tarea en relación con lo educativo. Pichon concibió la observación
como un aspecto instrumentalmente disociado de la coordinación. Esto implica que cuando la mirada del
coordinador ancla en una perspectiva cristalizada, allí está la observación
que, lejos de describir o reflejar una “realidad grupal objetiva y externa al
equipo” posibilita complejizar y contextualizar y recontextualizar cada
posicionamiento del coordinador. En esta línea puede decirse que la marca de
Pichón aporta a los maestros, psicopedagogos y instituciones escolares, ya que sigue
solicitando desmarcarse de la posición única y de la etiqueta que opera sobre
el otro, instaurando un significante que
produce efectos cristalizantes por sí mismos.
Es un tema cotidiano en la consultoría psicoeducativa la decisión de
despatologizar la infancia, desempastillarla y para eso se requiere una mirada
grupal que pueda percibir al así llamado “niño problema” como complejo síntoma
y como emergente, lo cual a su vez contribuye a movilizar estereotipos y sobre
todo, a ubicar al maestro en distintos posicionamientos. Como aprendimos observando pichonianamente,
describir a un niño como “acelerado”, “hiperkinético” o distraído”, lo instala
aún más en un posicionamiento desubjetivante.
Se requiere en las aulas una mirada que sea capaz de cambiar de
perspectiva. Y construir más complejamente la subjetividad del niño.
Entreno a los maestros en temas relacionados con la observación, que
además de permitirles descubrir cómo la mirada construye la realidad, opera
como herramienta para que, a su vez, realicen actividades grupales, en subgrupos
y ayuden a los chicos a observar para desmarcarse también ellos de mirar y ser
mirados rígidamente.
Incluir la complejidad en nuestros dispositivos es un desafío. Pichonianizarlos también. pero por suerte
podemos decir que Pichon dejó marcas de maestro, cual Ave Fénix, en muchos “herederos”
Clara Jasiner.
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